Perlora by Mind Revolution

La ciudad residencial de Perlora se convirtió en un referente para muchas familias desde su fundación en 1954. Empresas públicas como Hunosa o Ensidesa premiaban a sus trabajadores con unas vacaciones idílicas, muestra del pretendido esplendor de una clase obrera que aquí encontraba su paraíso estival.

Con el tiempo, Perlora perdió su funcionalidad para convertirse en un espacio mítico al que siempre nos gusta volver. Un lugar cargado de buenos recuerdos en el que la nostalgia nos hace echar de menos la imaginada camaradería compartida por familias que convivían en minúsculas casas que hoy parecen de juego infantil. El comedor, el cine, el parque, la bolera… espacios para una vida en común.

Hoy la realidad es bien diferente. La ciudad ha sido invadida por la desolación, por el abandono, convertida en lugar de paso para el ocio ocasional y víctima de perloradas en los porches de las casas.

Todo esto nos produce sentimientos encontrados. Por una parte, siempre está la idea de recuperar la ciudad de vacaciones en su esplendor, pero por otra nos damos cuenta de que preferimos disfrutar del entorno sin gente, de la naturaleza desbordada que devora el pasado y nos integra en su presente. Nos identificamos con esa realidad dominada por la eterna presencia fantasmal de las casas en continuo proceso de degradación, de los sonidos de la lluvia, los truenos o el mar y el eterno tren que marca de forma precisa y regular el paso de las horas. Un paisaje decadente, con un futuro incierto que nos recuerda lo efímero que todo puede llegar a ser.

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